lunes, 31 de octubre de 2011

Andar en bicicleta, el último acto revolucionario.

El hombre a lo largo de la historia ha forzado la naturaleza a su voluntad con el fin de obtener réditos personales. Varios son los ejemplos en la historia escrita que lo comprueban. Tomaré uno de los primeros descubrimientos que significó un cambio rotundo en la vida del hombre y que se considera  uno de los primeros avances en la civilización como lo fue el descubrimiento del fuego. Es sabido que este hecho le brindo protección del frío, lo utilizo para poder cocinar las presas que cazaba, de ahí que el fuego es sinónimo de protección.

Esto constituyo un cambio que se lo denomina con el término de evolución. Estos descubrimientos o la invención de nuevas técnicas y objetos han aportado al avance de una era a otra. A su vez estos cambios se pueden pensar como una revolución en la vida cotidiana.

Saltando a pasos agigantados la historia del hombre pero teniendo en cuenta este primer punto de partida me quiero centrar en pensar en los nuevos cambios que acontecen en la vida de las personas de las sociedades modernas. Hacer una análisis sobre algo de lo cual los primeros resultados son muy recientes es una tarea compleja, ya que no se cuenta con un bases solida de hechos comprobados. En este sentido lo que acontece fue elaborado a modo de hipótesis, tomando una algunos hechos reales para darle un sustento a mis palabras y partiendo de la experiencia propia para reflexionar sobre el tema, ya que la experiencia como dice Larrosa es eso que me pasa, me modifica, altera mi subjetividad, y puede suponer aprendizajes.

Nos vamos a situar en la ciudad de Montevideo, una de las capitales más chicas de América del Sur, con un total de un millón de habitantes (aprox.). Haciendo un poco de historia cualquier uruguayo que utilice el transporte público de Montevideo conoce las falencias del sistema, siendo más notorio en el pasado. Los problemas iban desde vehículos en un estado pésimo para la circulación, se podían ver (aun hoy en día) coches en los que se convertían en una heladera, cuando se filtra el frío en la estación del invierno, coches sin cortinas para los días en los que todos nos pegoteamos como chicle en la vereda o en la suela. No se respetaban los horarios, se llenan de pasajeros por encima de la capacidad del ómnibus, detienen su marcha donde al conductor le venga en gana cuando este individuo decide hacerlo, ya que muchos se deben haber llevado la sorpresa de hacerle señas pero que el ómnibus no se detuviera. La realidad también indicaba que a ciertos puntos de la ciudad los ómnibus no entraban esos ciudadanos quedaban excluidos del sistema de transporte.

El organismo correspondiente de controlar y organizar el sistema de transporte en la ciudad es la Intendencia Municipal de Montevideo, que recibe los comentarios despectivos por parte de un sector de la población disconforme en cuanto a la impunidad que tienen sus trabajadores y  se define social y culturalmente como uno de los sistemas más burocráticos en los que se deba realizar un trámite.

En los últimos años este organismo ha intentado modernizar el sistema de transporte realizando una serie de cambios en el mismo. Cambios que a mi entender traen como consecuencia  el alejamiento del hombre (en sentido genérico) de la calle y que de ello considero un riesgo.

Se ha implantando un sistema de transporte donde se deje de utilizar el dinero como forma de pago, o por lo menos reducir la cantidad de uso del mismo para adquirir los boletos. Ahora tenemos una tarjeta magnética en la cual podemos cargarla y utilizarla como forma de pago, pero que además sirve para realizar las combinaciones entre una línea y otra. Así como también podemos hacer viajes de una hora, hora y media o inclusive dos horas entre las diferentes líneas de las compañías que existen relacionadas al transporte público, en los diferentes sentidos de los recorridos en la ciudad.

Es en este punto donde me quiero detener para pensar que una de las grandes modificaciones en la vida cotidiana de todos aquellos trabajadores, estudiantes, jubilados y demás que hacen uso del servicio de transporte colectivo, se ve afectada en la medida que este nuevo sistema de transporte aleja a la población de recorrer las calles, caminar por sus barrios, descubrir nuevos rincones. Si bien algo que se debe tener en cuenta cómo que las personas al final de su jornada laboral, o estudiantil lo único que desean es regresar a casa para descansar no hay que dejar de pensar en su distanciamiento significativo de las calles.

¿Por qué la preocupación existente sobre tal cosa? La calle constituye una parte importante en la vida de las personas. Desde chicos que las usamos para jugar y aprender a entablar relaciones con amigos y vecinos, para ir a la escuela o la casa de nuestra abuela. Es en la calle donde se viven situaciones que nos pueden llegar a tomar por sorpresa, imprevistos a la vuelta de la esquina, y es ahí donde debemos desplegar todos nuestros mecanismos internos, nuestros aprendizajes para saber cómo manejarnos según lo creamos mejor, actuar en consecuencia de la situación sin planificación previa.

En la calle se ve miseria, hambre, dolor, amor, amistad, peleas y abrazos, parejas besándose, separándose, abuelos al sol, oficinistas y cadetes yendo de un lado a otro, manifestaciones, protestas, festejos y borrachos entre miles de personajes y situaciones que en ella se dan. Transitar la calle se convierte así en un termómetro de sensaciones, caminar por ella nos hace medir bajo nuestra percepción cual es la sensación de la población. El hecho de alejarnos de ella nos aleja también de saber leer lo que pasa en nuestra ciudad, dejando esa acción a los medios masivos de comunicación que elaboran informes según su perspectiva e intereses. Alejarnos de las calles es delegar mucho poder en otros medios que nos contaran lo que sucede en la misma, dándole el vuelco que a ellos les interese sobre lo que en la calle acontece. Seremos simples espectadores de la realidad mirándola a través de la pantalla de la televisión o de la pantalla de la ventanilla del bus. Meros espectadores.

Recorrer las calles, saber el sabor de sus esquinas, bailar en las plazas, jugar en las baldosas, nos permite ver y pensar una parte de lo que en la ciudad pasa,  pero lo más importante de esto es que será en relación del recorrido que escojamos no del diseñado por la dirección de viabilidad de la ciudad. Transitar la calle es una elección.

En otra línea es sabido que el tráfico ciudadano quema muchos hidrocarburos que contaminan la atmosfera, asfixian las plantas, matan la risa y contaminan nuestros corazones. Los gases que queman los medios de transporte son un aporte a al agujero de la capa de ozono y nos quitan la sonrisa cuando uno de ellos pasa humeante cerca de nosotros. Utilizando el transporte público somos en parte cómplices de la destrucción y contaminación de la naturaleza.

Quiero referirme entonces al título de este cumulo de letras para reivindicar la bicicleta como uno de los pocos actos revolucionarios que existen hoy en día. Revolucionarios en la medida que no es parte de un sistema de transporte que nos aleja de las calles y contamina. Revolucionario en la medida que no utiliza ningún tipo de combustible para recorrer la ciudad y por ende no es cómplice de ninguna moneda nacional o extranjera ni de ninguna guerra. Revolucionario desde el momento que cada uno de los ciclistas de esta ciudad dirigen su destino y eligen su camino por las calles de la ciudad siendo parte de ellas en un sentido vivo, marcan el pulso de su ritmo por las subidas y bajadas. Enfrentando los riesgos que les significan los choferes al volante de esos mastodontes de metal siendo una escena desigual como la de David y Goliat. Así los ciclistas se convierten en luchadores que recorren las calles desafiando el amenazante traficó. Existen pocas bicisendas en la ciudad por lo cual se acentúa el carácter revolucionario porque los que deciden lanzarse a la calle en bicicleta están expuestos a los peligros, en esta ocasión del tránsito. Revolucionario porque es un acto que se realiza a diario y de forma personal, en consecuencia con la elección de uno mismo, lejos de ser y caducar como las grandes manifestaciones a nivel global que solo expresan una disconformidad el andar en bicicleta es cosa de todos los días.

Contamos con una ventaja y es la de vivir en una ciudad chica, la cual se puede recorrer de barrio a barrio en unas horas. Debemos considerar agarrar nuestras bicicletas y salir a la calles, reclamar por más bicisendas, lugares de estacionamiento y reparos que harán de nuestro recorrido algo más seguro y transitable. Pero si son las grandes distancias las que nos preocupan para lanzarnos en dos ruedas por la ciudad debemos recordar que el tiempo es nuestro.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cuando Octubre se come a Setiembre

La primavera es una de esas estaciones en las que es habitual la dualidad,
Como una flor floreciendo cuando las chicas por la calle insinúan sus pétalos. Mientras caminan a su lado Armatostes de roperos, llenos de camperas de abrigo, que aún no se han enterado.
En nuestra cabeza se riega la idea de campos frescos para la siembra, mientras en el primer mundo arden áridas las quemaduras de las molotov.
De día el sol no nos llega a sofocar y buscamos su reparo cuando los vientos
Buscadores de cometas recorren las calles sin encontrar enamorados que refrescar.
No es Octubre un mes cualquiera, llega el calor como hace años luchamos con la carga de la colonización
Entra un barco en la ciudad, suena un piano en algún lado.