lunes, 31 de octubre de 2011

Andar en bicicleta, el último acto revolucionario.

El hombre a lo largo de la historia ha forzado la naturaleza a su voluntad con el fin de obtener réditos personales. Varios son los ejemplos en la historia escrita que lo comprueban. Tomaré uno de los primeros descubrimientos que significó un cambio rotundo en la vida del hombre y que se considera  uno de los primeros avances en la civilización como lo fue el descubrimiento del fuego. Es sabido que este hecho le brindo protección del frío, lo utilizo para poder cocinar las presas que cazaba, de ahí que el fuego es sinónimo de protección.

Esto constituyo un cambio que se lo denomina con el término de evolución. Estos descubrimientos o la invención de nuevas técnicas y objetos han aportado al avance de una era a otra. A su vez estos cambios se pueden pensar como una revolución en la vida cotidiana.

Saltando a pasos agigantados la historia del hombre pero teniendo en cuenta este primer punto de partida me quiero centrar en pensar en los nuevos cambios que acontecen en la vida de las personas de las sociedades modernas. Hacer una análisis sobre algo de lo cual los primeros resultados son muy recientes es una tarea compleja, ya que no se cuenta con un bases solida de hechos comprobados. En este sentido lo que acontece fue elaborado a modo de hipótesis, tomando una algunos hechos reales para darle un sustento a mis palabras y partiendo de la experiencia propia para reflexionar sobre el tema, ya que la experiencia como dice Larrosa es eso que me pasa, me modifica, altera mi subjetividad, y puede suponer aprendizajes.

Nos vamos a situar en la ciudad de Montevideo, una de las capitales más chicas de América del Sur, con un total de un millón de habitantes (aprox.). Haciendo un poco de historia cualquier uruguayo que utilice el transporte público de Montevideo conoce las falencias del sistema, siendo más notorio en el pasado. Los problemas iban desde vehículos en un estado pésimo para la circulación, se podían ver (aun hoy en día) coches en los que se convertían en una heladera, cuando se filtra el frío en la estación del invierno, coches sin cortinas para los días en los que todos nos pegoteamos como chicle en la vereda o en la suela. No se respetaban los horarios, se llenan de pasajeros por encima de la capacidad del ómnibus, detienen su marcha donde al conductor le venga en gana cuando este individuo decide hacerlo, ya que muchos se deben haber llevado la sorpresa de hacerle señas pero que el ómnibus no se detuviera. La realidad también indicaba que a ciertos puntos de la ciudad los ómnibus no entraban esos ciudadanos quedaban excluidos del sistema de transporte.

El organismo correspondiente de controlar y organizar el sistema de transporte en la ciudad es la Intendencia Municipal de Montevideo, que recibe los comentarios despectivos por parte de un sector de la población disconforme en cuanto a la impunidad que tienen sus trabajadores y  se define social y culturalmente como uno de los sistemas más burocráticos en los que se deba realizar un trámite.

En los últimos años este organismo ha intentado modernizar el sistema de transporte realizando una serie de cambios en el mismo. Cambios que a mi entender traen como consecuencia  el alejamiento del hombre (en sentido genérico) de la calle y que de ello considero un riesgo.

Se ha implantando un sistema de transporte donde se deje de utilizar el dinero como forma de pago, o por lo menos reducir la cantidad de uso del mismo para adquirir los boletos. Ahora tenemos una tarjeta magnética en la cual podemos cargarla y utilizarla como forma de pago, pero que además sirve para realizar las combinaciones entre una línea y otra. Así como también podemos hacer viajes de una hora, hora y media o inclusive dos horas entre las diferentes líneas de las compañías que existen relacionadas al transporte público, en los diferentes sentidos de los recorridos en la ciudad.

Es en este punto donde me quiero detener para pensar que una de las grandes modificaciones en la vida cotidiana de todos aquellos trabajadores, estudiantes, jubilados y demás que hacen uso del servicio de transporte colectivo, se ve afectada en la medida que este nuevo sistema de transporte aleja a la población de recorrer las calles, caminar por sus barrios, descubrir nuevos rincones. Si bien algo que se debe tener en cuenta cómo que las personas al final de su jornada laboral, o estudiantil lo único que desean es regresar a casa para descansar no hay que dejar de pensar en su distanciamiento significativo de las calles.

¿Por qué la preocupación existente sobre tal cosa? La calle constituye una parte importante en la vida de las personas. Desde chicos que las usamos para jugar y aprender a entablar relaciones con amigos y vecinos, para ir a la escuela o la casa de nuestra abuela. Es en la calle donde se viven situaciones que nos pueden llegar a tomar por sorpresa, imprevistos a la vuelta de la esquina, y es ahí donde debemos desplegar todos nuestros mecanismos internos, nuestros aprendizajes para saber cómo manejarnos según lo creamos mejor, actuar en consecuencia de la situación sin planificación previa.

En la calle se ve miseria, hambre, dolor, amor, amistad, peleas y abrazos, parejas besándose, separándose, abuelos al sol, oficinistas y cadetes yendo de un lado a otro, manifestaciones, protestas, festejos y borrachos entre miles de personajes y situaciones que en ella se dan. Transitar la calle se convierte así en un termómetro de sensaciones, caminar por ella nos hace medir bajo nuestra percepción cual es la sensación de la población. El hecho de alejarnos de ella nos aleja también de saber leer lo que pasa en nuestra ciudad, dejando esa acción a los medios masivos de comunicación que elaboran informes según su perspectiva e intereses. Alejarnos de las calles es delegar mucho poder en otros medios que nos contaran lo que sucede en la misma, dándole el vuelco que a ellos les interese sobre lo que en la calle acontece. Seremos simples espectadores de la realidad mirándola a través de la pantalla de la televisión o de la pantalla de la ventanilla del bus. Meros espectadores.

Recorrer las calles, saber el sabor de sus esquinas, bailar en las plazas, jugar en las baldosas, nos permite ver y pensar una parte de lo que en la ciudad pasa,  pero lo más importante de esto es que será en relación del recorrido que escojamos no del diseñado por la dirección de viabilidad de la ciudad. Transitar la calle es una elección.

En otra línea es sabido que el tráfico ciudadano quema muchos hidrocarburos que contaminan la atmosfera, asfixian las plantas, matan la risa y contaminan nuestros corazones. Los gases que queman los medios de transporte son un aporte a al agujero de la capa de ozono y nos quitan la sonrisa cuando uno de ellos pasa humeante cerca de nosotros. Utilizando el transporte público somos en parte cómplices de la destrucción y contaminación de la naturaleza.

Quiero referirme entonces al título de este cumulo de letras para reivindicar la bicicleta como uno de los pocos actos revolucionarios que existen hoy en día. Revolucionarios en la medida que no es parte de un sistema de transporte que nos aleja de las calles y contamina. Revolucionario en la medida que no utiliza ningún tipo de combustible para recorrer la ciudad y por ende no es cómplice de ninguna moneda nacional o extranjera ni de ninguna guerra. Revolucionario desde el momento que cada uno de los ciclistas de esta ciudad dirigen su destino y eligen su camino por las calles de la ciudad siendo parte de ellas en un sentido vivo, marcan el pulso de su ritmo por las subidas y bajadas. Enfrentando los riesgos que les significan los choferes al volante de esos mastodontes de metal siendo una escena desigual como la de David y Goliat. Así los ciclistas se convierten en luchadores que recorren las calles desafiando el amenazante traficó. Existen pocas bicisendas en la ciudad por lo cual se acentúa el carácter revolucionario porque los que deciden lanzarse a la calle en bicicleta están expuestos a los peligros, en esta ocasión del tránsito. Revolucionario porque es un acto que se realiza a diario y de forma personal, en consecuencia con la elección de uno mismo, lejos de ser y caducar como las grandes manifestaciones a nivel global que solo expresan una disconformidad el andar en bicicleta es cosa de todos los días.

Contamos con una ventaja y es la de vivir en una ciudad chica, la cual se puede recorrer de barrio a barrio en unas horas. Debemos considerar agarrar nuestras bicicletas y salir a la calles, reclamar por más bicisendas, lugares de estacionamiento y reparos que harán de nuestro recorrido algo más seguro y transitable. Pero si son las grandes distancias las que nos preocupan para lanzarnos en dos ruedas por la ciudad debemos recordar que el tiempo es nuestro.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cuando Octubre se come a Setiembre

La primavera es una de esas estaciones en las que es habitual la dualidad,
Como una flor floreciendo cuando las chicas por la calle insinúan sus pétalos. Mientras caminan a su lado Armatostes de roperos, llenos de camperas de abrigo, que aún no se han enterado.
En nuestra cabeza se riega la idea de campos frescos para la siembra, mientras en el primer mundo arden áridas las quemaduras de las molotov.
De día el sol no nos llega a sofocar y buscamos su reparo cuando los vientos
Buscadores de cometas recorren las calles sin encontrar enamorados que refrescar.
No es Octubre un mes cualquiera, llega el calor como hace años luchamos con la carga de la colonización
Entra un barco en la ciudad, suena un piano en algún lado. 

martes, 21 de junio de 2011

vida y muerte.

Le sudaban las manos, una gota fría corría por su frente al tiempo que masticaba sus muelas. La mirada que tensaba su rostro contemplaba meticulosamente cada movimiento de aquella esquina. Las manos inquietas vacilaban entre su espalda y su bolsillo, dentro de él aún caliente y con el sabor del casquillo quemado yacía su arma. Giraban sus ojos desorbitados sobre cualquier cosa que se moviera.

No hubo tiempo a contar hasta tres cuando sus armas ya conocían la luz del día y se posaban sobre las cabezas de unos pocos clientes aterrorizados.
Gritos, insultos, movimientos bruscos que atropellaban sobre cualquier cosa que se interpusiese coparon la mañana de ese local de pagos.

El café de los cajeros se palidecía mientras el negro Dardon los amenazaba con quemarlos si no vaciaban sus cajas. En la puerta campaneaba el Búho. Le decían así porque le gustaban las letras y gozaba de una vista símil a la del animal como lo apodaban. Fijaba su mirada en el horizonte más cercano ya sea el cordón de la vereda, un patrullero o una bala perdida.

Las victimas horrorizadas con todo lo que allí sucedía vivían los minutos más eternos de sus vidas. Serían los nuevos protagonistas de la crónica roja sin ellos haberlo elegido.
Cuando los ladrones se fueron satisfechos por el capital que les había dejado el atraco se rompió el clima de silencio perplejo en el cual estaban con el llanto de una señora y que todos acudieron a contener.

Afuera los esperaba la ciudad que caminaba al ritmo de empleados, oficinistas, cadetes que llevaban sus pedidos en las bandejas. Se sumergieron en la corriente que impone la ciudad como dos expertos nadadores.

-Por suerte esta vez no tuvimos que quemar a nadie- pensó el Búho mientras repartían la plata con el negro Dardon. El Búho vivía en una pieza, alejado del rancherío para que no lo molestaran. Aunque en su vida tenia ciertos picos elevados de adrenalina no le gustaba mucho estar rodeado de gente, prefería la tranquilidad de su rancho junto con la calma que le daban sus libros policiales.
 El negro agarro sus cosas y se dirigió hacia el bajo dejando atrás la sensación vivida en la mañana, recién en este momento sus sangre dejaba de correr como un formula uno por sus venas.  Llego a su casa, guardó el botín en un escondite que tenía en la pared, se sirvió un vaso de vino mientras le prendió una velita a su santo de todas las horas Changó.

A la mañana siguiente solo quedaba el recuerdo de lo sucedido en el local de pagos, la prensa ya los había consagrados como los nuevos protagonistas de la ola de inseguridad que asechaba a la ciudad por esos días, los patrulleros recorrían las calles en busca de uno vaya a saber que, porque el golpe había sido rápido y directo, sin huellas que tomar. De todas formas era conveniente guardarse unos días como dijo Búho pero el negro no escucho el consejo y a la noche decidió encontrarse con sus amistades en el bar. Se empilcho como para la ocasión y la ansiedad que le provocaba  tomar unos tragos lo llevo a salir un rato antes de su casa. Se tomo el bus que lo dejaba en la terminal, se movía con tranquilidad entre la gente como si fuera uno más de la masa. Doblo la esquina y tuvo un sentimiento de abandono, soplo un viento frío que lo hizo erizar, intento disimular el sobresalto cuando  vio dos patrulleros estacionados con policías y sus armas en la vereda esperando. Primero pensó que lo estaban esperando a él pero se dio cuenta antes de hacer nada que custodiaban la remesa de una casa de crédito. No le quedaba otra opción que la de avanzar, sus pensamientos ya paranoicos le decían que cualquier cosa que hiciese llamaría la atención de los policías, avanzando se fue convenciendo que antes de caer preso descargaría sus balas sobre cualquiera que se le ocurriera detenerlo. Se aproximaba a los oficiales y el ritmo de su corazón se aceleraba, otra vez la sensación de las manos sudorosas.

Los policías con sus caras serias y de preocupación por la exposición de este tipo de movimiento al ver acercarse  a Dardon pero sin reconocerlo como el autor del robo en la jornada pasada tomaron sus recaudos. Cargaron sus armas que apuntaban hacia el piso, uno de los más jóvenes pero que ya venía acumulando sus doscientas veintidós horas de servicio pestaño de cansancio activando el gatillo cuando el negro paso a su lado, rebotando su bala en el piso e incrustándose en la frente de Dardon. Una bala caliente hija del descuido en un día frío fue quien despidió al negro de este mundo.


lunes, 23 de mayo de 2011

Partido de Copas

 Las semanas se iban pasando de la una  a la otra, como hamacándose en el calendario. El verano ya se había ido con el fin  del tren murguero y las cuestiones formales ya pisaban fuerte en el año. Yo me encontraba acomodando el cronograma de mis actividades cuando cayó un mensaje de mi padre al celular. Era la invitación a concurrir junto a un evento con muchos atractivos para mi tanto como para él, por lo cual le respondí que sí.
Hacía tiempo que no iba a ese lugar, aunque durante mi infancia semanalmente allí concurría.
La ansiedad y expectativa se apoderaron de mí durante los días previos por lo que no podía realizar nada en concreto.

 Al encontrarme en casa como quien se desencuentra de uno y teniendo bastante tiempo de ocio, en la pausa de esperar que la yerba hinche para el mate recordé algunos sucesos pasados en mi vida. Eran distintos pero tenían en común la perdida de algo querido, recordé esas dos historias y pude ver como la nada es lo único que si tenemos. Por más que esto suene terrible es cierto, a este mundo venimos desnudos, sin nada puesto ni adquirido. Con el paso de los años vamos incorporando ciertas habilidades y aprendizajes al mismo tiempo que nos vamos introduciendo en un circuito de consumo muchas veces inevitable. Tal es así que nos genera la necesidad y nos vende lo que necesitamos.
Lo cierto es que nada dura para siempre, pero siempre podemos no tener nada, es tan real como intangible.

Después de lo mates me apronte para ir al evento con mi padre. Nos encontramos en el mismo reloj que siempre. Tome el ómnibus y me senté contra la ventanilla para mirar el paisaje urbano durante el viaje, percibí una atmósfera diferente al de la calle. Ese día estaba rompiendo con mi cotidianeidad, tenía otro sabor para mí. Y los muchachos que iban en el fondo cantando generaban ese clima.

La gente afuera seguía dormida, cargando con sus compras, volviendo del trabajo o yendo a estudiar, mirando las vidrieras viendo que otra cosa comprar.
En cambio yo pensaba mientras los miraba y entendí que el cuadro del que se es hincha llena esa sensación de nada. Los veía mientras los asemejaba a las hormigas trabajando para la colonia de su reina.
Esa noche vestía los colores que me hacían sentir que algo me pertenecía y del cual formaba parte.

El futbol también puede caer en la bolsa de la nada más si lo pensamos como un negocio. La diferencia está en los colores con los que nos identificamos. Solo los colores son nuestros y a ellos les corresponden sentimientos distintos. No representan algo material sino que calan en lo más profundo de nuestros sentimientos.

Llegando en tiempo y forma a la cita pude ver en la oscuridad de la noche como esos colores flameaban en el aire para gritar al ritmo de un cantico futbolero que una noche más estaríamos presente por ellos. Los jugadores salen al campo vestidos de amarillo y negro sabiendo que miles de almas le han encomendado un deseo en común. Las tribunas llenas de opinologos, comentaristas y cracks que no llegaron alientan. Bombas de estruendo y miles de papeles generan un estado único en ese punto de la ciudad, todo se vuelve ensordecedor. En el instante que el juez da el pitido inicial todo se detiene a mí alrededor y le pido al dios que sea que mi cuadro gane en esta oportunidad.

Es que jugar por la copa se siente distinto, tiene otros de esos encantos que el futbol da. Es cuando realmente pesan las palabras local y visitante, es la oportunidad de jugar con cuadros de otros países para mostrarse en toda América intentando reinar sobre ella.  El equipo sabe eso y se comporta de otra manera, concentrados como el ballet más refinado haciendo uso de su técnica los jugadores con sus pases y sus piques despliegan una escena en pleno movimiento, como si esta fuese un acto del Lago de los Cisnes. Porque las paredes mejores hechas no solo se encuentran en  la Basílica del Vaticano sino que un jugador tocando y recibiendo la pelota, dejando a su rival parado puede representar esa construcción a la perfección. La ingeniería no llega a niveles desmedidos de intervación en la vida del hombre solo con el Eurotúnel sino que también se logra cuando un jugador con el golpe justo al balón le tira un túnel al rival y al mismo tiempo que parte la pelota se escapa por unos de sus costados para volver a irse con ella rumbo al arco rival. Como todo espectáculo siempre tiene un fin, el juez es el encargado de hacerlo saber y cuando se termina la adrenalina del público se va apaciguando en los comentarios de las mejores jugadas o los errores.

Esta noche nos toco ganar alimentándose la alegría y esperanza con eso. Caminando de vuelta hacia el auto se escuchan los últimos cantos de alegría apagándose, las manos en los bolsillos ya por el frío, el eco del partido cada vez más lejano otra vez me hacen pensar que la nada es lo único que aún tenemos.


miércoles, 4 de mayo de 2011

La revista

 Sin poder escapar a la maldita manía, esa que tiene el hombre de clasificar y etiquetar todo lo que lo rodea, me propuse definir lo que significa para mí la Rolling Stone el día que volví a comprar otro número. Hacía tiempo ya que no compraba una revista y eso que cuando era adolescente y el rock brotaba por mis poros me consideraba un coleccionista de la misma. Las fotos, las notas de las bandas y los cantantes que iban haciendo huella en mi vida aparecían en sus páginas y eso era motivo para adquirirla. Cuando venían mis amigos a casa,  o hacia una fiesta llegaba un momento de la noche en el que las hacia desfilar por la ronda para que entre mano y mano se lucieran.  El tiempo imparable en nuestra coherencia fue pasando y  pasó y la vida, que  hizo que los pocos pesos que tengo en mi juventud y en mi bolsillo se fueran destinando en otros asuntos. Hasta que una tapa seductora toco en lo más profundo de mí ser, en ella aparecía una leyenda del rock -No importa cual porque no tienen por objeto estas líneas polemizar sobre cuáles son las leyendas del rock-. Esa tapa fue la que condujo a que volviera a comprar una revista. Primero leí el artículo sobre la banda de mis amores, pero después recorrí con mis ojos todos los recuadros que  aparecían, las líneas al pie de la foto, me deslice por las letras de los comentarios y las críticas de las bandas, los toques, los libros y las películas. Desde la editorial hasta la última página. La exprimí como una naranja hasta dejarla sin jugo y fue justo en ese momento que me di cuenta que en estos tiempos informáticos de redes sociales, ciber-espacios y demás, la Rolling Stone se diferencia de cualquier sitio o estado de información porque conserva la tinta impresa en el papel, transformándose así en una gran enciclopedia del contexto actual de las distintas expresiones culturales no solo de ambos márgenes del río sino que nos inunda con informaciones del mundo actual. De todas formas no están ajeno a la tecnología sugiero leerla con internet al lado.

                                                                                                                

martes, 26 de abril de 2011

Tarde de domingo.

Pensar en los domingos es recordar distintos momentos de mi infancia. Los domingos son esos días atípicos del calendario, para algunos es el principio de la semana pero para mí eran el último día ya que el lunes volvían las obligaciones tales como ir a la escuela o al ingles particular. Teníamos como costumbre almorzar en la casa de mis abuelos paternos y eso a veces se transformaba en una disputa entre mis padres. Llegado el mediodía nos íbamos en el taxi a una casita situada en el medio del barrio Nuevo Paris.
La secuencia al llegar domingo tras domingo era la misma, mi madre ayudaba a los abuelos con la comida y cuando ya estaba todo medianamente organizado iba junto con mi hermana la a feria para hacer las compras de frutas y verduras semanales. Con mi padre también íbamos a la feria pero a otra parte, bajábamos unas cuadras y las calles se vestían de fierros y “cambalaches”, mi padre se refería de esa forma a todo lo que allí vendían. Las procedencias de fierros, herramientas, baterías de cocina, revistas y ropa al igual que las caras de los que las vendían eran desconocidas. Los vendedores se mimetizaban con las fachadas de las casa a esa altura del barrio ya curtidas por el hambre  y los inviernos. Yo observaba todo lo que allí acontecía no solo lo que se vendía. Era un lugar en el cual me gustaba ir y estar, mezclándome entre gente desconocida que tenia por lugar común la feria. Le señalaba a mi padre las cosas que me interesaban y a veces le pedía que me las comprara. Escuchaba con atención los diálogos que tenía con los vendedores, era un claro ejemplo de cómo regatear un precio cuando  consideraba que no tenía el valor que el vendedor le  asignaba, mi padre era bueno en eso.
 Al regreso de la feria comíamos las delicias que cocinaba mi abuela y nos quedábamos en la casa lo que duraba la digestión. Antes de irnos mi padre me hizo buscar lombrices en el patio de mis abuelos y yo como todo niño curioso las fui seleccionando una por una y  cuando las tenía en mi mano amenazaba con ponérselas en el pelo a mi hermana.
Para esa tarde mis padres tenían preparada una sorpresa, habían guardado en el auto cañas de pescar sin que con mi hermana las viéramos, lo que esa significaba una sola cosa: ir de paseo.
Despedimos a mis abuelos con besos en ambas mejillas siguiendo su tradición gallega y nos dirigimos hacia la Barra de Santa Lucia mientras en la radio se escuchaba el relato de algún partido.
A esa hora del día el sol aun seguía dando destellos de calor, nos brindaba la posibilidad de estar un par de horas antes de que refrescara junto al río. Llegados a la Barra, bajamos hacia los muelles y avanzamos entre la gente que pescaba hasta la punta del mismo para adéntranos más en el río. Mi madre se había quedado junto al auto tomando mates y nos miraba desde ahí. Mi padre llevaba todos los elementos para la pesca mientras no guiaba para que con mi hermana no cayéramos al río. En el recorrido por el muelle pudimos ver que a los otros pescadores no le estaba yendo muy bien con la pesca, baldes vacíos, y comentarios de la mala racha que tenían nos hizo pensar que sería una tarde difícil. Sin perder las esperanza nos sentamos, repartimos las cañas, arrojamos trozos de pan al río como para avisarles a los peces que habíamos llegados y las primeras líneas que tiramos se iban hundiendo de a poco. Los tres primeros intentos entre risas y gritos fueron fallidos, no pescamos nada. Cambiamos la carnada porque las lombrices estaban quedando transparentes de tanta agua. Con mi hermana jugábamos a elegir con que bote nos gustaría pasear por el río, la pesca iba quedando de lado. Fue justo en el instante antes de que el aburrimiento captara  nuestra atención por completo que mi padre dijo con tono de convicción –es ahora que sacaremos todos los peces del río-. Para que esto sucediera nos revelo el secreto de pescar a la boyita, con eso también echo por tierra mi sugerencia de pescar con ril. Él decía que pescar a la boyita era un arte manual, y que como todo arte uno debía poner pasión en lo que hacía. Una suma de concentración, dedicación y esperanzas puestas en una bolla que flotaba sobre el río, que al menor indició de hundimiento debíamos relajar la muñeca para que cuando el pez se llevara la bolla hacía el fondo con un simple pero seguro movimiento de muñeca desde abajo hacia arriba lo hiciéramos saltar del río. Siguiendo el consejo de m padre fue como la pesca en la tarde cambió, con mi hermana no lo podíamos creer porque de los cinco nuevos intentos todos ellos fueron acertados y los pescados. Mi madre se acerco hasta el muelle y vio cuantos peces teníamos en el balde. Nos pregunto qué haríamos con ellos, mi hermana quería devolverlos, mi padre sugirió fritarlos a la marinera. A mí no me importaba lo que después de esa tarde sucediera con los pescados, yo estaba contento con haberlos pescados. Juntamos nuestras cosas mientras el sol se iba, en el viaje de vuelta me fui recordando las palabras de mi padre hasta quedarme dormido junto a la ventanilla. 

lunes, 25 de abril de 2011

Un lagrimal actuando resfriado.

La gota del cianuro cotidiano
Cae de una botella,
Se transforma en lágrima.
Es cristalina y salada.
El mar es un lugar por donde
Viajan las botellas.
(En cambio en la ciudad
Solo están embotelladas).

jueves, 7 de abril de 2011

todos en algún momento nos vamos

Cuando me dejaste,
No sabía ni como me llamaba,
Las puertas estaban cerradas,
Porque la vida había continuado,
Y yo con campera y bufanda,
Recibía al verano.
El tiempo, de la mano me llevo a jugar
Cruce la vereda y seguí caminando.
Como imbéciles nos amamos,
Como imbéciles nos odiamos,
Como imbéciles vivimos.

miércoles, 6 de abril de 2011

Distintos momentos.

Dejaste ver tu lado más humano
y te viste tan fea.
Dejaste un hueco entre los sentimientos,
que tus alas no se desplegaron en
el séptimo cielo.
Amenazan con llevarselas los caballleros
del apocalipsis mientras se disfrazan
de sabios entendedores, de amores,
y tus años gastados.
Desesperados por la urgencia de la vejez,
de los planes de los años que se van.
Tus palabras se maquillan de esperanza
y solo nos queda una negra alabanza
-en los pesares-
Te viste en la ruina de tus décadas,
de mundiales de Mexico ´86
hasta los de Japón.
No pudiste soñarte más que en un vaso de agua
y te ahogaste en una gota,
que no era de llanto.
La carroza nunca vino a esperarte,
no  sosañaste lo suficiente
antes de que tu corazón se pudriera,
 triste, triste.
 Vas triste por  el mundo mágico
de campos de frutillas,
te viste metida en una juego de cuatro años,
que el primer bostezo frente a tus ojos te
hizo cambiar la pisada.
El primer bostezo de la mañana,
que cayó por agarrarte dormida
hasta la primer aspereza engañada.
y me llevas al vaso,
de una paso que no se empecina
en más que escribirte poesías,
mientras arma un puzzle de besos
sobre tu cuerpo.



Sueños de un fin de semana

Cuando se me resfría la nariz,
Me pongo a escribir.
No esperes en estos versos,
De sabina una canción,
Consuélate con una borrachera,
Que no llena el renglón,
Y si bostezas como cualquiera,
Salta del cordón.
Si quieres más emoción,
No te asustes cuando veas,
Del orificio una gota caer,
Manchando el blanco de la pileta.
Tómalo como una historia de amor,
En la que puedes soplar una pompa de jabón,
Y ver salir un barco,
Que nos llevará a navegar,
Por cualquier mar.
Y nos sumergiremos en las aguas profundas del amor.
Iremos contra la corriente,
Siendo la gota más colorida,
Por dieciocho hasta plaza independencia.
Y cuando demos la vuelta,
Lo haremos sin darnos cuenta.
-Giremos a estribor!
Seguiremos a  la luna,
Que oficiara de hada madrina.
Y brindaremos con los champagne,
De los te quiero con el sol.
Necesitaré que me laves los pañuelos,
Para seguir con esta aventura.
Cuando tu brújula gire en cualquier dirección,
Solo te tomaré la mano y me fundiré en tus labios.

Encanto de flor/escencia

Atravesando el marco,
Al final de la escalera,
Los cuadros son escenas
 Plagadas de movimiento.


En la ciudad mas antigua de la ciudad,
Por las dos esquinas se va al agua.
Se siente fresco el pasado,
 En al aire de la mañana.

Del otro lado del marco,
Perdida en los miles de cuartos,
Colgando de sus balcones,
Abundan flores como retratos.

Cada una de su especie,
Con su encanto particular.
Llenan de colores sus pétalos,
Con caricia actoral.


Hacía el Sur

Desde temprano camino al sur,
En la mañana me encontré bajando por el mapa.
Jugando al balero con el sol.
Caminando solo, hacia el sur.

Camino por tres letras,
Que juntas forman un punto,
Y cuando ya estoy en el sur
Siento el impulso de seguir bajando.

Por el contorno de tu cuerpo,
Me deslizo al sur.
Sos tan chiquita ahí abajo,
Que cabes en la palma de mi mano.
Tan rebelde y salvaje
Peligran los enamorados de
Perderse en tu follaje.

viernes, 4 de marzo de 2011

autor retrato

Que ni ñata rota, 
piña rota ñata. 
Que mi piña rompe ñata. 
Pinta tu sonrisa de fase, 
mi ñata te moja la oreja. 
Piña, duele 
más ñata rota. 
Si se resfría, 
se ocupan las vacantes. 
Sonríe piña boba, 
de sonrisa de lobito. 
Rompe piña rotas ñatas 
cae gota de piña pavota, 
y la ñata explota. 
Roja de frío. 
Estornuda así, 
le dicen achis. 
Piña de piñata. 
De piñata de cumpleaños 
y envoltorios de caramelos, 
con papelitos picados. 
Con los ojos tapados, 
rompe la piñata, 
también te puede romper la ñata. 
Tan fea como nata en una taza. 
No tiene miedo la piña, 
la del bosque. 
Que se quema todita toda, 
se cree brasa, 
y después la soplan como ceniza. 
Que mi piña rompe ñatas, 
vuela el puño salpica sangre, 
de las ñatas más derechas 
y quedan rotas. 
Se miran al espejo 
viendose más cara ñata rota.

jueves, 17 de febrero de 2011

amor a primera visita



Me gusta recorrer tus calles,
Detenerme en tus bares,
Mezclarme con la basura diaria,
Encontrarme con postales vivas.
Pasear por tus parques de cemento,
Recostarme en tus verdes pulmones,
Perderme en la cantidad,
No explicarle nada a nadie.
Descender por tus bocas,
Hasta meterme debajo de la tierra.

No me sorprendo, frente a tu río podrido.
Soy espectador en tus plazas,
Cuento lo diverso hasta que me pierdo.
Tenés esas arrogancias,
De puta gran ciudad,
Esos aires de primer mundo,
Que se contradicen con lo que se vive.
Los extremos al orden del día,
Los excesos al alcance de la mano.
Humo de cigarrillos, canillas de café,
Vino como agua, respiro cerveza,
Pasan barbies de carne y silicona.
La aglomeración en cualquier momento,
El barrio impregnado en tu piel,
La locura al orden del día,
La adrenalina camina, con el salvajismo de la mano.
Miles de fulanos, pretenciosos, cartoneros,agrandados.

La inmensidad a mi lado,
La primavera invita a enamorarse,
El verano te sofoca.
Las masas de aquí para allá.
Te invaden los turistas,
Con sus ojos en las manos,
Devoran tu basura de supermercado.
Cosmopolita latina,
con aspiraciones de cruzar el charco

amor oriental

Quiero comer sushi sobre tú cuerpo,
que te mantengas en cuatro patas
mientras dure la cena.

Comeré sushi hasta que
mi cuerpo lo resista y,
no sentiré que el tuyo titubea
en toda la velada.

Amaneceré sentado frente
a la mesa humana.

Para esas horas ya tendrás
tus músculos rígidos,
mis ojos miraran en el crepúsculo
como los peces se matan entre sí.