lunes, 23 de mayo de 2011

Partido de Copas

 Las semanas se iban pasando de la una  a la otra, como hamacándose en el calendario. El verano ya se había ido con el fin  del tren murguero y las cuestiones formales ya pisaban fuerte en el año. Yo me encontraba acomodando el cronograma de mis actividades cuando cayó un mensaje de mi padre al celular. Era la invitación a concurrir junto a un evento con muchos atractivos para mi tanto como para él, por lo cual le respondí que sí.
Hacía tiempo que no iba a ese lugar, aunque durante mi infancia semanalmente allí concurría.
La ansiedad y expectativa se apoderaron de mí durante los días previos por lo que no podía realizar nada en concreto.

 Al encontrarme en casa como quien se desencuentra de uno y teniendo bastante tiempo de ocio, en la pausa de esperar que la yerba hinche para el mate recordé algunos sucesos pasados en mi vida. Eran distintos pero tenían en común la perdida de algo querido, recordé esas dos historias y pude ver como la nada es lo único que si tenemos. Por más que esto suene terrible es cierto, a este mundo venimos desnudos, sin nada puesto ni adquirido. Con el paso de los años vamos incorporando ciertas habilidades y aprendizajes al mismo tiempo que nos vamos introduciendo en un circuito de consumo muchas veces inevitable. Tal es así que nos genera la necesidad y nos vende lo que necesitamos.
Lo cierto es que nada dura para siempre, pero siempre podemos no tener nada, es tan real como intangible.

Después de lo mates me apronte para ir al evento con mi padre. Nos encontramos en el mismo reloj que siempre. Tome el ómnibus y me senté contra la ventanilla para mirar el paisaje urbano durante el viaje, percibí una atmósfera diferente al de la calle. Ese día estaba rompiendo con mi cotidianeidad, tenía otro sabor para mí. Y los muchachos que iban en el fondo cantando generaban ese clima.

La gente afuera seguía dormida, cargando con sus compras, volviendo del trabajo o yendo a estudiar, mirando las vidrieras viendo que otra cosa comprar.
En cambio yo pensaba mientras los miraba y entendí que el cuadro del que se es hincha llena esa sensación de nada. Los veía mientras los asemejaba a las hormigas trabajando para la colonia de su reina.
Esa noche vestía los colores que me hacían sentir que algo me pertenecía y del cual formaba parte.

El futbol también puede caer en la bolsa de la nada más si lo pensamos como un negocio. La diferencia está en los colores con los que nos identificamos. Solo los colores son nuestros y a ellos les corresponden sentimientos distintos. No representan algo material sino que calan en lo más profundo de nuestros sentimientos.

Llegando en tiempo y forma a la cita pude ver en la oscuridad de la noche como esos colores flameaban en el aire para gritar al ritmo de un cantico futbolero que una noche más estaríamos presente por ellos. Los jugadores salen al campo vestidos de amarillo y negro sabiendo que miles de almas le han encomendado un deseo en común. Las tribunas llenas de opinologos, comentaristas y cracks que no llegaron alientan. Bombas de estruendo y miles de papeles generan un estado único en ese punto de la ciudad, todo se vuelve ensordecedor. En el instante que el juez da el pitido inicial todo se detiene a mí alrededor y le pido al dios que sea que mi cuadro gane en esta oportunidad.

Es que jugar por la copa se siente distinto, tiene otros de esos encantos que el futbol da. Es cuando realmente pesan las palabras local y visitante, es la oportunidad de jugar con cuadros de otros países para mostrarse en toda América intentando reinar sobre ella.  El equipo sabe eso y se comporta de otra manera, concentrados como el ballet más refinado haciendo uso de su técnica los jugadores con sus pases y sus piques despliegan una escena en pleno movimiento, como si esta fuese un acto del Lago de los Cisnes. Porque las paredes mejores hechas no solo se encuentran en  la Basílica del Vaticano sino que un jugador tocando y recibiendo la pelota, dejando a su rival parado puede representar esa construcción a la perfección. La ingeniería no llega a niveles desmedidos de intervación en la vida del hombre solo con el Eurotúnel sino que también se logra cuando un jugador con el golpe justo al balón le tira un túnel al rival y al mismo tiempo que parte la pelota se escapa por unos de sus costados para volver a irse con ella rumbo al arco rival. Como todo espectáculo siempre tiene un fin, el juez es el encargado de hacerlo saber y cuando se termina la adrenalina del público se va apaciguando en los comentarios de las mejores jugadas o los errores.

Esta noche nos toco ganar alimentándose la alegría y esperanza con eso. Caminando de vuelta hacia el auto se escuchan los últimos cantos de alegría apagándose, las manos en los bolsillos ya por el frío, el eco del partido cada vez más lejano otra vez me hacen pensar que la nada es lo único que aún tenemos.


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